TÚ TAMBIÉN ESCRIBES

Esta es la sección donde podrás publicar todas tus creaciones artísticas, literarias y no literarias, no hay límites. Y por supuesto, también aquí podrás admirar las creaciones de tus compañeros. Sólo hace falta que hagas llegar tu colaboración (ya sabéis, un correo a la dirección: xuacu63@gmail.com; o bien: lunalectora@gmail.com).



                         VERANO

Un día te levantas y la habitación está llena de rayos de sol. El cielo es azul y algunas nubes muy blancas se sientan sobre él. La música regala notas alegres, invitándote a bailar. Y bailas. Sola. Invisible. Sin coreografía. Divirtiéndote a primera hora de la mañana. Como si te esperase un gran día. Uno diferente. Uno de esos para guardar, para escribir, para dibujar. Y te pones tu mejor ropa, deseando que ayude. Y sales a la calle, sonriendo. Pensando en lo bueno que tienes y olvidando lo peor. Agradeciendo el calor y el aire que, de vez en cuando, te saludo. Y entonces lo sabes. Sabes que ya es verano. Que llegó el tiempo de piscina, de playa, de leer por placer, de fiesta, de amigos, de enamorarse. El verano de escuchar música, de dormir sin despertador, de tomar el sol. El verano que deseabas y que te merecías. Pero, sobre todo, un verano especial y diferente gracias a aquellas personas que con una sonrisa, unas palabras o un abrazo hacen que cada día de tu vida sea un día para recordar.



            EL DESTINO DE LOS ENAMORADOS

                                          Capitulo I

Hace unos años nació una preciosa niña cuyo nombre era Aimelin. Aimelin era hija de un poderoso guerrero y de una hermosa y poderosa hada llamados Aron y Emali; desde el momento en el que nació los padres de Aimelin la criaron para que siempre siguiera su corazón, pero que a la vez siguiera las normas y leyes de las islas que formaban el planeta en el que vivía. Aimelin era la princesa de una isla llamada Erastion. Cuando la princesa tenia dos años sus padres decidieron casarla con el hijo de unos amigos suyos, que además eran reyes de una isla vecina a la suya , pero para que sus hijos no se enfadaron con ellos, las parejas tuvieron unas ideas increíbles: cuando los jóvenes se tuvieran que ver de forma oficial lo harían con mascaras y que nunca se las quitarían; ninguno de los dos sabrían la identidad o el aspecto del otro asta que los dos estuvieran la edad suficiente para heredar el trono de sus respectivas islas, mientras que los padres seguían este tratado, Aimelin conocía a su futuro marido aunque ella no sabia que iba a ser su marido, y así comenzó la historia de estos dos enamorados en una isla llamada Dorcanfou ( el hogar de la realeza)






LA CASA (por Teacup)





La casa era un hervidero de vida. No había pasado en calma un solo día. Los niños correteaban por las escaleras dañando la preciosa madera que cubría los escalones; las sirvientas esparcían, con sus plumíferos plumeros, polvo por doquier, y hasta en el más recóndito lugar; alguien estaba hablando o gritando, disturbando la tranquilidad de los cimientos. Habían alojado la casa muchas batallas, unas domésticas por el pan y la sal, otras mundiales con batallones alemanes, y otras, simplemente, eran cosas de críos.
Pero eso había sido hacía muchos años, muchísimos hace ya. Al padre se lo llevó la guerra, a la madre la soledad y a los niños la orfandad.
 La sólida construcción reposaba ahora solemne pero somnolienta en el número 165 de Belgravia. De sus chimeneas ya no salía humo, de sus ventanas se había ido la luz, que en otro tiempo era significante de vida. Mugrientos tablones, indignos para una casa de esa clase, cubrían puertas y ventanas. Sólo un recodo se había escapado a los que con tanto afán la habían cerrado. Una pequeña ventana, en otro tiempo refugio de la pequeña de la casa, seguía libre de maderas. El sol penetraba por él cada mañana, decolorando la alfombra persa que su padre había traído de Túnez en uno de sus viajes.
Cuando los niños, y no tan niños, pasaban por delante de ese oasis de antigüedad, muchos pensaban en los fantasmas. Se llegó a decir, incluso, que los fantasmas de los jóvenes hijos poblaban las habitaciones. Era falso, por supuesto, pues estábamos ya en el siglo XIX y la época de la luz contra la superstición había llegado junto con el polvo del carbón. Pero, en cierto sentido no era del todo falsa. En la casa sí que habitaba un fantasma muy común, el fantasma de la memoria olvidada, de los recuerdos enfundados en cajas de pino y terciopelo. Vagaba sólo por los pasillos, pasaba sus dedos por los dinteles y pisaba los restos de lo que en otro tiempo fue la vida.










CAPÍTULO I: DIARIO DE UN ENFERMO DE AUSENCIAS (por Teacup)

Hoy el doctor Lawrence ha venido a verme por la mañana, antes del desayuno. Me ha hecho las preguntas de siempre, mi nombre, dónde estaba y mi fecha de nacimiento. He contestado de forma casi mecánica, sin errar. Después hemos charlado un rato. El doctor me cae bien, no es como los demás empleados del Centro de Reclusión de Pacientes Mentales de Wistebale. Los otros empleados nos atienden más por deber que por devoción, no los culpo, trabajar con locos hace que te quieras alejar de ellos, casi como si fuera contagioso, algo que hoy en día ignoro. En la descafeinada alegría del doctor me dan otra impresión. Una vez me contó, en una charla matutina, que su madre había sufrido demencia, y que esto le marcó tan profundamente como para estudiar medicina y querer ayudar a los que, como su madre, eran errantes muertos en vida.
Hoy hemos hablado del jardín. Al parecer el director quiere montar un jardincillo francés para deleitar a las visitas. Al final, justo cuando el doctor Lawrence se iba le hice la pregunta de rigor. Esa pregunta que todos los enfermos hacen cuando no ven acercarse el fin de su convalecencia:
-Doctor, usted ¿Cuándo opina que me dejarán marchar?
-Pronto amigo mío, pronto,dijo, con un deje de rutina.
Sé que aún me quedan muchos años aquí, no sé de hecho si volveré a ver una puesta de sol frente al mar, un árbol diferente al abeto del patio, una ventana sin barrotes.
Cuánto tiempo ha pasado ya, desde aquella tarde en la que la policía me trajo. Me dijeron que me quedaría aquí durante un tiempo, pero que después saldría. Ese tiempo ha sido de quince años. Quince años en los que no he visto más allá de los muros del jardín, de los barrotes de mi ventana. En este tiempo he llegado a conocer a todo el personal y a sufrir sus pérdidas. Un buen ejemplo es el de la señorita McGile, la enfermera. Con ella siempre había tenido una relación especial, creo que ella me comprendía, ella también sufría el desamor, el desamor de un marido que no le correspondía, el de un monstruo que cada noche la esperaba. Muchas veces se paró a hablar conmigo, me contaba algo, una pequeña cosa, pero, en un sitio sin cosas, la más pequeña de ellas es un mundo. Un día otra enfermera vino en su lugar. Le pregunté dónde estaba la señoría McGile, y me contestó, con tono triste, que había sido internada en el Hospital de WhiteShell, por orden de su marido, el cual el mismo día de su despedida se había marchado con su secretaria. Una triste historia para un triste lugar.
Los quince años que aquí llevo me han dado tiempo, excesivo tiempo, para pensar. Pensar en por qué la sociedad es así. Junto conmigo hay personas, personas de una excelente creatividad, de una inteligencia mágnífica. Entonces ¿Por qué están aquí?, pasé varios años preguntándomelo, pero al fin descubrí la repuesta. Daban miedo. La gente más inteligente da miedo. Por eso los encarcelan, los alejan, para que poco a poco se marchiten cual flor primaveral en el otoño.
Me acuerdo de un suceso acaecido un día, muchos años ha. Creo que era la hora de la comida, o quizás de la cena, bueno el caso es que estábamos todos los pacientes sentados en el comedor, por aquel entonces éramos bastantes menos. La cuestión es que la comida nunca fue muy buena, era pasable, una masa alimenticia descolorida y pastosa, pero aquella noche se habían lucido. La comida era tan asquerosa que no sabíamos cómo enfrentarnos al plato de loza que la enfermera nos había asignado.
Uno de mis compañeros de entonces era Irving. Debéis de saber que en un centro de salud mental a muchos de nosotros no nos queda más remedio que trabar amistad con los que consideramos menos peligrosos. Bueno, pues Irving era uno de mis “amigos”. Por lo que me había contado venía de una buena familia del norte de Gales, pero su padre lo había mandado encerrar tras haberle pillado con uno de los sirvientes en la cama. Yo nunca había tenido ningún tipo de trato con los entonces llamados “desviados” o “invertidos”, pero con el paso del tiempo descubrí que Irving era en realidad una persona extremadamente alegre y culta, pero presa de sus circunstancias.
El caso es que aquel día la comida era tan mala que Irving se negó a comerla. Depositó el tenedor de madera en el plato y le dijo a la enfermera que no iba a comer. Entonces, estábamos obligados a tomar toda la comida que se nos suministraba, ahora comprendo cuánto daño hizo esa política alimenticia a los que ahora son llamados bulímicos.
La enfermera se enervó. Sus mejillas se volvieron del color de una manzana roja y sus ojos soltaban chispas de hierro.  Rápidamente ató a Irving, con la ayuda de los dos bedeles africanos que siempre la acompañaban, a la silla. Cogió un tenedor de la masa y se lo introdujo en la boca.
Mi amigo se resistió durante varios envites. La enfermera estaba tan enfadada que cogió en tenedor, y gritando “ahora te vas a enterar maricón”, se lo clavó con tal fuerza en la boca que, a continuación, un chorro se sangre y puré recorrió todo el comedor.
Le había roto tres dientes. Se lo llevaron esa noche a la enfermería. Cuando al día siguiente pregunté por él al doctor Lawrence me dijo que “le habían aplicado un tratamiento propio para su problema y que ahora estaba descansando”. Eso significaba electroshock. Y, como luego nos enteramos, habían sido tan violentos que el pobre Irving no lo había resistido. Ojalá ahora esté en el verde jardín con primaverales flores que un día me describió.
Ahora que ya conocéis cómo es la vida en este lugar dejemos los recuerdos, pues las personas que viven de recuerdos es que han perdido toda esperanza de vivir.





Comentarios

Anónimo ha dicho que…
Nos queremos dirigir al autor/a de "El Verano" diciéndole que nos ha gustado mucho su pequeño relato y que esperamos que publique próximamente más. Te felicitamos.


Anónimo ha dicho que…
La histora de "El destino de los enamorados" nos a paracecido muy buena y esperamos ver pronto el segundo capítulo. Enhorabuena a su autor.
Anónimo ha dicho que…
Menudo blog que tenemos!En especial quiero destacar el primer texto "verano".ya que esta escrito desde el fondo y con mucho sentimiento . A este ritmo vamos a tener muchos escritores en Laviana. BUEN TRABAJO IRENEE!JAJA

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