8M: Y LA FEMME FATALE SE CONVIRTIÓ EN FEMINISTA
Comenzaba esta segunda evaluación explicando el Modernismo a los alumnos de 2º bachillerato. Hablando de las características, temas, etc del mismo, llegamos al tópico de la “femme fatale” (mujer fatal): arquetipo de la mujer independiente, liberada y calculadora que somete y seduce al hombre con todo tipo de ardides, y así se convierte en causa y origen de todos sus males (opuesto este arquetipo, lógicamente, a la imagen de la mujer tradicional, angelical y hogareña). Y así mis alumnos descubrieron a Lilith, la primera esposa de Adán, que no está presente en la Biblia, que abandonó el Paraíso por iniciativa propia, llegó hasta el mar Rojo donde se unió a los demonios que vivían allí. Y después aparecieron las Pandora, Salomé, Circe, Cleopatra, Mata Hari, …
Así es la literatura, como la vida misma, un mundo de contrastes en los que encontraremos personajes que van desde las medievales Doña Jimena, Doña Elvira y Doña Sol (mujer e hijas del Cid, meros objetos necesarios para enaltecer la figura del héroe), pasando por Celestina y sus pupilas (especialmente Areusa, que se caracteriza por su independencia irrenunciable y la envidiable libertad en que vive, una mujer dispuesta y con iniciativa), para encontrar a las grandes adúlteras del Realismo del XIX (Madame Bovary, Anna Karenina, La Regenta, ... prisioneras en matrimonios convenientes, en los que el amor y el matrimonio no van a la par, que suponían para ellas una muerte en vida; mujeres que intentan rellenar su vacío con amantes, los cuales les traerán la desdicha personal, el olvido familiar y la estigmatización social por haberse saltado la norma social impuesta). Y por fin llegará Nora (protagonista de Casa de muñecas, Ibsen), que, para encontrarse consigo misma, abandonará la casa familiar, a su marido e hijos, dando un portazo más que simbólico.
Los escritores escriben de lo que ven. Y ahora ya toca el capítulo en el que la femme fatale se convierte en feminista. La mujer ha descubierto que es dueña de su vida y se siente completa por sí misma, sin necesitar de un marido y unos niños a los que preparar desayunos todas las mañanas. Dicen nuestras abuelas que las mujeres de ahora no aguantamos nada (grandes mujeres, grandes luchadoras, a ellas les tocó aguantar y pelear). Porque no tenemos por qué aguantar. Porque hemos descubierto que somos libres, que queremos decidir libremente el lugar que socialmente nos corresponde.
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Ilustración de Mercrominah |
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