¿EN QUÉ NOS HEMOS METIDO?

 



Comenzamos las actividades de animación a la lectura de este curso con las alumnas de 1º bachillerato de Literatura universal. En el aula hemos visto el fragmento de "El club de los poetas muertos" en el que el profesor les recita un poema de W. Whitman (si quieres verlo, pincha en el título de la película). Y después les hemos pedido su personal y literaria reflexión. 

¿Qué es la literatura? ¿Para qué sirve? ¿Son solo libros? ¿Es rebeldía? ¿Pura interpretación de accidentes? ¿Qué significa en tu vida? ¿Qué ha significado en la historia? ¿Cualquiera puede escribir? ¿Qué es un escritor? ¿Soy único y extraordinario? ¿Por qué? ¿Para qué estamos en el mundo? ¿Qué de bello hay en la vida? ¿Qué de drama? ¿Qué te hace sentir libre? ¿Qué te hace temblar? ¿La literatura se esconde en la existencia de cada uno, en la naturaleza, en las emociones, en el miedo, en los sentidos? ¿Qué es ser valiente? ¿Qué es la felicidad?.

Y aquí está lo que han creado. A continuación publicamos los trabajos de Elia Zapico Fernández, de Lucía Fernández Rodríguez y de Chloé Canella Ferrer, una narración breve  cautivadora junto a dos ensayos muy interesantes. Esperamos que os guste.





-¿Podré ir mañana? 

-¡No empieces! -mi madre era de las que preferían prevenir que curar- Ya conoces a tu padre, mañana irás a donde él te mande sin rechistar y nos ahorrarás problemas a las dos. 

-¿Y si termino temprano y voy? -daba igual lo que dijera, siempre era igual, pero seguía intentándolo- 

Me calzó una bofetada a modo de contestación y se terminó la conversación. Recogí mi plato y me fui a la cama. Me resistí a llorar y menos delante de ella, al fin y al cabo, siempre era lo mismo; él le pegaba a ella y ella a mí. Igualmente estaba decidido a terminar rápido la faena y acudir a la escuela después del primer descanso. Manuela me había dicho que la nueva maestra me encantaría, que regalaba libros. La imagen mental que me hice de ella me consoló y acunó hasta que caí rendida al sueño. 

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-¿Y cuántas niñas dice usted que hay registradas en el censo, señor alcalde? -la Señorita Sampedro hablaba en voz baja y con un tono suave, no quería que ninguno de los parroquianos que había apoyados en la barra captara ni una sola frase de la conversación telefónica que estaba manteniendo con el alcalde. Ni siquiera la vieja cotilla que atendía el antro que pasó al lado de la muchacha tres veces pudo captar nada- Ajá. ¿Y si el censo total es de cincuenta y seis niñas, puede usted, amable caballero, explicarme por qué demonios solo hay diez en mi escuela? -al decir esto no pudo controlarse y toda la taberna se giró para mirarla- No, mire usted, creo que se está equivocando. A mí me ha enviado aquí el gobierno de la República para que les dé clase a cincuenta y seis niñas. No me importa en absoluto lo que tenga usted que hacer, pero se va a encargar de que a partir de mañana yo tenga cincuenta y seis niñas en mi escuela, a diario. O si no, tiene usted otra opción, que es encargarse de que mi compañero, Don Miguel, tenga a partir de mañana diez alumnos en lugar de cuarenta y ocho -esperó la respuesta con mucha tensión-. Gracias, que así sea. 

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Lo que pasó a la mañana siguiente era lo último que podía esperar. Cuando le pregunté a mi padre qué trabajo tenía que hacer aquella mañana y me dijo que ir a la escuela, no pude reprimir una sonora carcajada. Tenía que ser ironía, no podía ser verdad. 

-¡Maruja! ¿De qué mierda se ríe la subnormal de tu hija?  

-Que se vaya a la escuela de una santa vez y deje de molestar. 

No entendía nada, pero me daba igual, estaba demasiado contenta como para preocuparme de los insultos con los que los dos individuos con los que convivía me describían. Salí de la casa corriendo directa a la escuela, para cuando llegué a la esquina de la calle mi padre ya había centrado sus ataques en mi madre y ella ya ni se intentaba defender. 

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Aquella mañana la joven maestra se levantó más temprano de lo habitual. Iba a ser un gran día, tenía que serlo. Por primera vez en los treinta días que llevaba en su nueva escuela vería al total de sus alumnas. Le había costado caro, llamadas diarias al departamento de educación regional, cartas a Madrid, llamadas y conversaciones con el idiota del alcalde. Mucho trabajo y mucha burocracia, pero ella estaba segura de que había merecido la pena. Aquel día cuando su escuela estuviera llena de niñas joviales y el amargado de Don Miguel ya no la pudiera mirar con desdén, todo habría merecido la pena. 

Antes de llegar al pueblo, el tren en el que viajaba había parado en una villa costera. Nunca antes había visto el mar, pero no la impresionó, estaba demasiado pendiente de comprarles unos presentes a sus niñas. En su destino anterior, un pueblo castellano que en sus cartas calificaba de inmundo, trabajó en una escuela mixta donde solo tenía veinte alumnos. Quería regalarles algo, pero no sabía qué, tras mucha reflexión decidió regalarle un libro diferente a cada uno de sus alumnos, era el regalo perfecto; la sociedad lo calificaría como adecuado para ambos sexos, como si a ella le importara algo eso, sería otra forma más de hacerles aprender, les expandiría horizontes, simplemente era perfecto. Esta vez decidió que, a parte de un libro diferente, a cada niña le regalaría cinco metros de tela, una de las clases que debía impartir era costura y aprovecharía para enseñarlas a hacerse vestidos a la moda de la ciudad. Regresó al tren poco antes de que partiera, cargada con cincuenta y seis libros y doscientos ochenta metros de tela estampada con flores. 

Aquel día pasaría lista y después repartiría la tela y los libros. Tenía esperanzas puestas en aquellas niñas, tenía ganas de descubrirles el mundo. 

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A día de hoy, aún sigo creyendo que el momento en el cuál la Señorita Sampedro repartía los libros entre nosotras, decidiendo cuál daba a quién guiándose por lo que nuestro nombre y aspecto le transmitía, como uno de los más felices de mi vida, si no el más. A mí me tocó un ejemplar precioso de Ana Karenina, tenía las tapas verde pastel con filigranas plata y oro y dibujos de pequeñas margaritas, en la primera página tenía un grabado que representaba a una pareja aristócrata en un gran salón. Pensé que me lo había dado por la clara relación entre mi nombre y el de la protagonista, pero años más tarde cuando le pregunté me di cuenta de que una asociación tan básica jamás sería propia de una mujer como aquella; “No, que va. ¿Cómo va a ser porque ambas os llamáis Ana? Es porque ambas detestáis la vida que tenéis y en un alarde de rebeldía rompéis con lo que os impide ser libres”. 

Llegué a casa y sin mirar si había alguien, subí las escaleras como una exhalación y escondí el libro en el hueco de la pared donde escondía de mi padre las propinas que me daban.  

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Pasaron los meses para la maestra y sus alumnas, meses dichosos, aunque el comienzo fue duro. La Señorita Sampedro era joven e inexperta, nunca había enseñado a tantas niñas a la vez, pero pronto aprendió a dominarlas e inspirarlas. Las edades eran diversas en el grupo y los ritmos de aprendizaje también. La mayoría de las niñas eran inteligentes y pronto dominaron el cálculo y la geografía, y las que nodemostraban otras aptitudes; por ejemplo, Manuela no diferenciaba una regla de tres directa de una inversa, pero en cambio era la que mejor dibujaba y de las que mejor cosía. 

Sin lugar a dudas su favorita era Ana. Desde el momento en que reparó en ella mientras pasaba lista, supo que lo sería. Mientras que con las otras chicas dudó a la hora de repartir los libros con ella lo supo ipso facto. Tenía que ser Ana Karenina, su libro favorito. Su mirada dura y su sonrisa sincera le demostraron enseguida que la vida de la niña no había sido fácil, más tarde indagaría más y comprobaría con horror que así era. Recordaba con detalle la mañana de reyes en que su padre le entregó un paquetito que pesaba demasiado para lo pequeño que era, lo abrió y encontró una edición con tapas de cuero y letras doradas, aquella edición acabó despegada de tantas lecturas y tanto uso. Cuando lo abrió por primera vez no sabía que iba a encontrar a su ideal femenino, la mujer rebelde. Años más tarde se reiría de Ana cuando esta le preguntó si se lo había regalado por compartir nombre con la protagonista. 

Ana era muy curiosa, siempre preguntaba cosas durante las explicaciones y también era una excelente estudiante, nunca fallaba cuando le preguntaba la lección. Enseguida comprendió que lo que más las unía era el amor por los libros. A penas dos semanas después del reparto de los libros y las telas la muchacha se acercó a su profesora durante un descanso. 

-Señorita Sampedro, perdone usted que la moleste -no se atrevía a mirarla a los ojos, a pesar de que no era tímida, su relación con los adultos siempre había sido tortuosa y recelaba hasta de los que más le gustaban-. ¿Podría usted darme otro? 

-¿Otro? 

-Sí, verá -hablaba ahora con más confianza-. Otro libro, no le pido que me lo regale, si no que me lo preste. Es que como usted sabe, soy pobre como las ratas. Pero me gusta leer, y sobre todo me ha gustado el libro que me regaló. 

-Sí, por supuesto -no dudó ni un segundo la respuesta-. Ven esta tarde. 

Durante los seis años que duró la estancia de la Señorita Sampedro en el pueblo cientos de libros y conversaciones al respecto iban y venían entre una y la otra. 

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Acapulco, Méjico, 16 de enero de 1939 

Querida Ana, 

Te escribo estas líneas desde Acapulco. Llegué hace a penas unas dos semanas y no he tenido tiempo prácticamente ni de instalarme. Sé que la última carta que te envié fue hace mucho y que era muy precipitada, pero has de entenderme; Biarritz estaba aún demasiado cerca de España y no estaba a salvo. Espero que todo esté bien allí, por suerte para ti tu padre no podía ser más distinto a mí también en política, para una buena decisión que ha tomado en esta vida… 

Prometo volver a escribirte pronto, en cuanto termine de instalarme te escribiré de nuevo. De momento puedo decirte que la comunidad me ha tratado muy bien y que aquí hay un gran grupo de intelectuales exiliados con los que estoy manteniendo muy buenas relaciones. 

Nunca dejes de leer, porque recuerda que no hay nada más poderoso que la literatura, nada tan capaz de destruir y crear, de transmitir y emocionar, nada más puro, nada que pueda darte más libertad que un libro. 

Un beso enorme para mi pequeña Ana Karenina, 

 

Lucía Sampedro 

 

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Lucía Sampedro volvía a su casa de la calle Uruguay con paso seguro pero cansado, había sido un día duro en la escuela del barrio donde empezó a trabajar en septiembre de 1940, meses después de su llegada al país latinoamericano. En el buzón de su casa encontró un paquetito demasiado pesado para lo pequeño que era. Lo abrió con emoción mientras subía las escaleras, dentro había una edición de Ana Karenina con tapas de cuero verde y pequeñas margaritas, en la primera página había un gravado de una pareja aristócrata en un gran salón, en la segunda una cartita escrita en una pulcra letra de seguro conocida. 

Santander, 21 de marzo de 1952 

Querida Lucía, 

Te envío este pequeño presente con dos meses de antelación con la esperanza de que haya cruzado el charco para tu cumpleaños, como ves no me olvido de ti. Espero que todo siga tan bien por tu escuela y que sigas dándoles tan buenos libros como los que me diste a mí a tus alumnas. Por aquí todo está bien, sigo dando clases en el mismo colegio y todo apunta a que así seguirá siendo el próximo año. A menudo no resisto las ganas de verte y entonces recurro de nuevo a nuestra Ana Karenina, y recuerdo los tiempos felices, y las veces en que representábamos teatro entre todas, y el vestido que hice con la tela que me regalaste y te echo tanto de menos. Las cartas no son suficiente. Ojalá verte pronto. 

Una vez me dijiste que la literatura era la cosa más capaz de emocionar y de proporcionar libertad. Yo hoy te digo que no es solo eso, es la forma más fuerte de unir. 

Un fuerte abrazo de tu ya no tan pequeña Ana Karenina. 

Ana Alonso  



Todos los presentes y no presentes, somos y fuimos únicos y extraordinarios, ninguno como nosotros en apariencia, tampoco en todo lo demás. Todos nacemos y vivimos, así pues, todo tiene una razón de ser, necesitamos cumplir ciertos objetivos en nuestra vida que, a partir de aquí, surge la famosa duda de ¿Cuál es nuestra función en el mundo? Por supuesto, alguna tenemos que tener ya que, alguna función debe desempeñar nuestra existencia, pero a ciencia cierta, no sé cuál es, puede que, para ayudar al mundo, aunque cada vez lo destruyamos más. Sin embargo, la vida aparte de tener un por qué, esta tiene una parte bella, es decir, la parte de pasarlo bien, disfrutar, expresarse y relacionarse con los demás, que, por ende, la literatura expresa esas vivencias (buenas o malas) y de ahí nace parte de ella, por el contrario, tiene su parte dramática, la cual hace que haya experiencias negativas y se cuenten a través de la literatura expresando el sentir de la situación. Esta me hace sentir libre, entre otras muchas cosas, como no tener obligaciones, pero también el poder expresarme libremente sin importarme ser juzgada o no, lo cual lleva su parte literaria. 

Al igual que hay cosas que me hacen sentirme libre, también hay cosas que me hacen temblar, como el frío de las mañanas, la terrible frialdad de una persona, o simplemente el examen de esa asignatura que se me da mal. 

Por todas esas cosas, la literatura está en todos y cada uno de nosotros, es algo que nos viene determinado por naturaleza, y, que se esconde todos y cada uno de nosotros, en las emociones, en los sentidos, e incluso en nuestros miedos, por eso nacemos, crecemos, vivimos y morimos con la literatura en nuestro interior, algunos sabiendo aprovecharla, y otros, sin saber de su existencia. 

También los seres humanos, tenemos otra cosa en nuestro interior llamado valentía, pero, ¿Eso qué es? Pues la valentía, es el poder de atreverse a hacer algo que puede salir bien o mal. Hay personas con mucha de esta, y otras que carecen de ella, por eso, cada persona es un mundo. 

Y, por último, una cuestión que mucha gente se plantea, ¿Y la felicidad qué es? Pues la felicidad es un estado de ánimo, en el cual nos sentimos satisfechos, ya sea por alguna circunstancia positiva, o simplemente porque en ese momento, te sientes así sin alguna razón aparente, aunque, muchas personas en algún momento de su vida, carecen de ella y llega la conocida “depresión” que es un déficit de felicidad por circunstancias negativas que impiden a esta ser la protagonista en ciertos momentos de la vida, causando una inmensa tristeza opacando lo bello de la vida. 




"No sólo únicos y extraordinarios.

Somos únicos y extraordinarios, pero no todos somos capaces de dejar que el mundo lo vea. No hay nadie igual que nosotros y cada uno quiere adquirir metas a través de sueños e ilusiones. No hay una teoría que nos pueda confirmar a ciencia cierta el porqué de nuestra existencia. Ello ha derivado a múltiples opiniones, las cuales confirman de nuevo que somos únicos por la forma que tenemos de ver, afrontar y vivir nuestras vidas. Creo que estamos aquí con la finalidad de dejar huella con enseñanzas a través de cosas bonitas y eso es lo que hay de bello en vivir: exprimir nuestra propia existencia de la manera más enriquecedora posible y con ella poder orientar a próximas generaciones. No todo el mundo se centra en esto y la consecuencia de ello es la multitud de catástrofes que han derivado en periodos de tristeza y penumbra. Desgraciadamente, seguimos centrados en conseguir nuestra felicidad a costa de la de nuestro alrededor. Sin duda alguna, nos queda mucho por aprender. 

“Libertad”, una palabra que adquiere diferentes significados dependiendo de cada uno de nosotros. Para mí es poder fluir por la vida a través del respeto y el trabajo, con la finalidad de conseguir lo que más quiero. Hay un poco de ella en cada cosa que hago: sacar al exterior lo que siento, el abrazo de quien aprecio, las risas, las de los míos y sobre todo las conexiones entre cada uno de nosotros transformadas en amor, admiración y cariño.

Tiemblo si pienso en lo que no soy capaz de hacer, si no consigo algo que quiero alcanzar, si todo por lo que lucho cada día al final pierde sentido, si no tengo a las personas que quiero conmigo y, sobre todas las cosas, si me decepciono a mí misma. Ahí aparece la Literatura. La Literatura es capaz de hacerse hueco en todo lo que conlleva la vida, cada sitio y cada rincón, solo hay que prestar atención para notar su presencia.

Ser valiente es la forma de acabar con todo lo que me hace temblar, el impulso que sale de nosotros mismos y con la valentía se llega a lo que más queremos, la felicidad plena. Aunque espero con todas mis fuerzas acordarme cada día de que la felicidad se encuentra en cada pequeña cosa que se haga con ilusión."


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