30 DE ENERO DE 2019: DÍA DE LA PAZ, DÍA DEL HILO ROJO


Esta parecía una actividad más, una de las muchas que emprendemos con la intención y la ilusión de fomentar la lectura, la escritura, la creatividad… a la vez que celebramos días señalados y trabajamos valores esenciales; pero no, no fue una más,  vimos desde el principio que iba a acabar resultando algo especial… y así ha sido. 









El hilo que lanzamos desde Laviana, como quien lanza una piedra al agua,  se multiplicó en una serie de hondas concéntricas que nos llegaron de vuelta multiplicadas por mil: comenzaron a llegar, primero con timidez y luego en aluvión, multitud de mensajes desde todos los rincones del mundo, cercanos unos y muy lejanos otros, pero todos unidos por la misma inquietud. Son las palabras de muchas personas que se entusiasmaron al participar en nuestra propuesta y que generosamente nos envían sus preocupaciones, deseos y sueños de paz. Se dieron cuenta, como nosotros al ir leyéndolos, de que entre todos estábamos creando algo muy grande y hermoso.


A muchos de nosotros y también a los familiares y amigos que nos ayudaron nos sirvió para charlar y renovar el contacto con gente a la que queremos, para hacerles ver que siempre los tenemos presentes aunque nos veamos poco y darnos cuenta todos de que nuestro hilo sigue estando ahí y sigue siendo fuerte. 

Todos los mensajes nos alegraron, recibir cada uno de ellos fue ir sintiendo crecer la ilusión. Muchos nos emocionaron hasta el punto de dejarnos sin palabras, porque las suyas lo dicen todo:
El vídeo de los alumnos de un colegio de Tanzania, risueños y divertidos intentando palabras en nuestra lengua.




Los que están en árabe, chino y japonés… alfabetos tan extraños para nosotros pero con deseos tan cercanos.
El de Alejandro, desde la Antártida, viajero empedernido que nos pide que valoremos lo que tenemos.




Los que nos llegan de EEUU, México, Alemania, Costa Rica, Francia, Reino Unido, Marruecos, Italia, Florida, Puerto Rico, Tailandia, Australia y muchos más.
El de la religiosa y profesora que trabaja en una misión en Tchad, África y aprovecha para explicarnos cómo es allí la vida tras la guerra.
El de un niño que soñaba con ser soldado y ahora trabaja por la paz con los cascos azules de la ONU en el Líbano. 




Los de antiguos alumnos y profesores del centro desde los lugares a los que la vida los llevó.
Los de amigos nuevos…
Incluso mensajes que nos llegan a través del tiempo, como las palabras de una abuela, Feliciana, que ya marchó hace tiempo, pero que su nieto rescata para enviarnos.
O nuestra mensajera más joven, Valeria, de tres años, que ya levanta su voz contra la guerra y los miedos.



   Y entre todos ellos, conmovedor, lleno de emoción por lo que significa, el mensaje de Vicente, el señor que acaba de cumplir 94 años, que sufrió en un campo de exterminio nazi y vive para contarlo, para pedirnos que no olvidemos, que hay que recordar para que no se repita.
   Lo que aprendimos es que no hay un hilo rojo por cada uno de nosotros, es uno solo… y nos pertenece a todos, nos acerca y nos comunica. Juntos fuimos tejiendo una red increíble, aprendimos
que estamos conectados a través de montañas, continentes y océanos; 
que no somos diferentes a pesar de que tengamos diferentes razas, culturas, religiones…; 
que todas las lenguas se unen cuando la palabra es “vida”
que es mucho más lo que nos une que lo que nos separa; 
que todos pertenecemos a la misma raza, la humana 
y que juntos… 
somos mejores.

(por Elvira Laruelo, profesora de Lengua y Literatura del IES David Vázquez, y escritora).


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