CÓMO ME HICE FEMINISTA. UNA GENEALOGÍA PROPIA, por Susana Rodríguez Antoranz.
Vaya este pequeño reconocimiento no solo a aquellas que
salieron a la calle aquel 8 de marzo protestando ante las míseras condiciones
de trabajo, no solo por aquellas que padecieron asfixiadas y quemadas en aquel
incendio sino a nuestras abuelas, tías, madres... que han luchado para que
pudiésemos llegar hasta aquí.
No puedo olvidarme de una mujer luchadora, con espíritu de
superación, desde el momento cero en el que se quedó huérfana, siendo una niña.
Enfrentó infinitas circunstancias difíciles, ayudó a los demás, ya desde
pequeñina llevando víveres a los perseguidos durante la Guerra Civil, escondidos
en aquellas cuevas lúgubres y frías.
Gracias abuela por tu dedicación y amor a la familia, por
tus sacrificios que mantenías en
silencio para que los demás no lo supiésemos de tu sufrimiento…Gracias por las
rosquillas, las empanadillas de flan, por las noches de cuentos de “La ratita
presumida” o “El tío Perico”, por tu apoyo, tu escucha, tus noches en vela… Por
llevarme al pueblo y enseñarme que la
leche no salía del grifo, que la lechugas crecían “por la noche”. Supe lo que era ir a “herba” o a sacar
“patates” o experimentar la primera cata
de sidra con chupete al llenar las pipas.
Gracias, abuela, por esos bellos recuerdos tan difíciles de olvidar y
que siempre permanecerán porque los niños necesitábamos tiempo, dedicación y
cariño desmedido.
Ojalá yo siga los mismos pasos que vi en ti con tu bisnieta,
Leonor, ella es un reflejo de ti con tu sonrisa y sus grandes ojos azules que
desde algún lugar seguro que la estarás viendo y acompañando.
Te añoro abuela.